Los últimos de La Casería, o cómo vivir con la incertidumbre del derribo y seguir trabajando

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Cuesta imaginarse la playa de La Casería, en San Fernando, sin dos de sus señas de identidad como son la Cantina del Titi (El Bartolo) y Casa Muriel-La Corchuela pero tampoco era creíble que un día no estarían las antiguas casitas de pescadores, con sus colores y su idiosincrasia y hace tres años y medio que desaparecieron.A instancias de la Demarcación de Costas de Andalucía Atlántico, un 14 de febrero de 2022, las grúas entraron a derribar aquel patrimonio etnográfico, histórico y cultural de San Fernando porque, efectivamente, estaba situado en el Dominio Público Marítimo Terrestre (DPMT) que había que recuperar.Así lo entendía y entiende Costas que sigue adelante con su plan de despejar todo el borde marítimo y acabar con cualquier tipo de construcción. Su decisión ha vuelto a ser avalada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) y, de nuevo, El Bartolo y La Corchuela vuelven a vivir y a seguir trabajando con la incertidumbre de cuándo se producirá el derribo.La cantina del Titi, un establecimiento mítico de La Casería.  MANU GARCÍALa faena, en todo caso, sigue y ambos siguen teniendo las mesas llenas aun cuando ya ha empezado el otoño. Bartolo ahora sólo abre al mediodía, pero, desde las 12 hasta las seis de la tarde, el trabajo no falta. Así llevan 91 años, desde aquel 1934 que abrió para ofrecer algo de comer a los pescadores.También Casa Muriel acumula más de 80 años y un público fiel, además de los turistas que vienen a este lugar único de San Fernando que si triunfa es por su autenticidad. Miguel Muriel, la última generación del negocio, tras su abuelo y su padre, es consciente de que ellos lo tienen más complicado que Bartolo, que tiene una concesión hasta 2029, si bien, también pende del aire según dicha sentencia del TSJA.La sentencia desestima el recurso contencioso administrativo que presentaron desde La Corchuela para evitar su derribo frente a las resoluciones de Costas que darían comienzo al proceso de recuperación posesoria que comenzó en 2020.Y a pesar de que desde El Bartolo argumentaron entonces que poseen una concesión administrativa para su negocio aprobada por la Delegación Territorial de Medio Ambiente, el espaldarazo del TSJA a esas resoluciones de Costas complican la vida de este negocio, aunque Reinaldo Muñoz, encargado junto a su hermano Macarena del mítico negocio, se muestre algo más optimista. “Yo creo que nos vamos a quedar”. Desde Casa Muriel, por su parte, ya han presentado el recurso de casación que presentarán en el Tribunal Supremo.Vista de La Casería, en San Fernando.  MANU GARCÍAEl Bartolo tiene una concesión hasta 2029 que les hace ser algo más optimistasNo hay de momento más plan B que esperar y trabajar. “Buscarnos la vida y seguir con lo nuestro. Aquí somos muchas familias las que comemos de esto. Ahora mismo somos nueve personas trabajando y en verano más. Somos de aquí de toda la vida y siempre hemos pagado lo nuestro”, explica Miguel. En Bartolo tiene ahora trece camareros y, en verano, cuando abren mediodía y noche superan la quincena. “Aquí viene gente de Barcelona, Madrid, Bilbao, sevillanos, cordobeses, de todos sitios. Quieren ver lo típico de aquí, el pescaíto, el agua, las sillas, el flamenco; fomentamos el flamenco, traemos gente de La Isla y de la provincia siempre para apoyar lo nuestro. La verdad, que nos quieran quitar de aquí, es que no lo veo”, asegura Reinaldo.Los pescadores, los olvidadosEn esta historia hay otros damnificados que abanderaron la lucha contra los derribos, con José Luis Rodríguez, presidente de los pescadores artesanales de La Casería a la cabeza, y que hoy han pasado al olvido. Se “sienten el eslabón más débil de la cadena”, dice uno de sus compañeros de los doce que hay en total, y no tienen tan claro que Bartolo y La Corchuela terminen hechos escombros. “Eso está por ver. Lo que querían era tirar eran las casetas”, precisamente, donde estaban ellos.Para Rodríguez todo está relacionado con las torres de La Casería -paralizadas el proyecto por la contaminación paisajística- y la anunciada “playita que habían proyectado”. “Las casetas estorbaban, pues las casetas fuera”. “Si Costas quisiera limpiar el DPMT podría haberles metido mano a las casetas de San Juan (frente a la Bazán) o en el Trocadero, allí sí que hay porquería. Y si dicen que es por el narcotráfico, en otros sitios está todo peor”.La Corchuela, uno de los supervivientes de La Casería.  MANU GARCÍARodríguez considera que el Ayuntamiento de San Fernando no hizo las gestiones con la agilidad debida para que se paralizara la orden de derribo. En este sentido, la alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada, expresó la “oposición frontal” del Gobierno local a esta decisión, asegurando que no compartía la manera en la que se había procedido, sobre todo “cuando ni siquiera se cuenta con un proyecto y para la puesta en marcha de las obras queda mucho por delante”, además de reprochar a Medio Ambiente que “no movieran ni un solo dedo por solventar el problema de los pescadores”.Coches aparcados junto a los negocios de La Casería.  MANU GARCÍAPero más de tres años después, ni se ha avanzado en el proyecto de La Casería ni ellos han mejorado su situación. La ubicación de las casetas, nunca les convenció ni les supuso ninguna mejora. "Esta iba a ser una ubicación provisional y han pasado los años y aquí seguimos".  Al contrario, de los doce ahora quedan en activo, ocho. “Aquí se come. Aquí se pescan los chocos, la corvina, la dorada y la lubina”, que luego venden en la lonja de El Puerto, pero “ni podemos amarrar los barcos y aquí hay muchos furtivos”, que suponen una competencia desleal.“Con ellos no se meten, pero con nosotros sí. Estamos amarrados de pies y manos y no nos dan facilidades para nada”. El desánimo es evidente y José Luis, con 58 años, lo dice claro. “El primer día que tiraron las casetas, me debería haber ido. Mucho estoy aguantado aquí ya, aunque la perspectiva sea la ayuda de 400 euros”. “Esto nos ha costado una depresión”, apunta un compañero que, con décadas de trabajo a las espaldas, asegura que “lo que estamos es molidos, con muchos dolores de huesos, operados casi todos de hernias. Y ahora con 56 años, ¿dónde voy yo, si toda mi familia hemos vivido de esto? Ya estamos perdidos, pero, por lo menos, que nos den voz”.Algunas casetas que quedan en La Casería.  MANU GARCÍASin embargo, desde el Ayuntamiento de San Fernando han explicado a lavozdelsur.es que "estamos a la espera de contestación de la Junta de Andalucía para obtener la autorización de uso en zona de servidumbre de protección de dominio público marítimo terrestre (DPMT) para las actuaciones contempladas en el acondicionamiento del terreno en la Casería de Ossio para la instalación de módulos de almacenamiento.Como recuerdan, la Junta les reclamó que fueran los pescadores los que solicitaran la autorización pero, al ser el Ayuntamiento el titular de la zona afectada es la administración legitimada para solicitar la correspondiente autorización, que "es lo que se hizo". De igual forma, se pedía desde la Consejería de Sostenibilidad que la actividad estuviera relacionada con la pesca artesanal, algo que es evidente, ya que el fin de los módulos es el almacenaje de los enseres y aperos propios de la actividad pesquera. Por tanto, "desde el Ayuntamiento se ha reclamado que la autorización para cumplir así con la petición de la Asociación de Pescadores de los desempeño de una labor que tiene un claro componente económico y social, y que forma parte de la identidad de este enclave".