Decana del Colegio de Arquitectos de Castilla-la Mancha: «Ya no se cierra la terraza para ampliar el salón; tras la pandemia nos piden espacios abiertos»

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En un contexto de crisis urbanas, climáticas y sociales, la arquitectura se reivindica como una disciplina clave no solo para ofrecer soluciones técnicas, sino para acompañar a las personas, proteger el patrimonio cultural y natural y contribuir a un planeta más sostenible. —¿Qué significa el lema 'La arquitectura que cuida' de la campaña del Colegio de Arquitectos de la región? —Lo hemos elegido porque somos conscientes de que la arquitectura cuida a las personas, cuida el entorno, cuida el paisaje, cuida en general. Nosotros hacemos arquitectura para alojar familias y la arquitectura proporciona el diseño más adecuado para cuidar de la familia, de la salud, del bienestar, del confort; también del entorno, del medio ambiente. —¿Cómo se consigue eso? —Últimamente debatimos mucho sobre si nosotros, como arquitectos, no solamente tenemos que tener en cuenta los recursos a la hora de construir, sino también la huella de carbono que vamos dejando. Es muy importante que tengamos en cuenta el impacto ambiental que producen los edificios durante su construcción, en relación con los materiales y los sistemas constructivos. Así, desde la arquitectura se cuida el medio ambiente, el entorno y el planeta. En todo lo que hacemos, el objetivo es cuidar. —¿Y qué nivel de cumplimiento tienen esos objetivos en la construcción de viviendas y edificios en general? —De momento será un porcentaje pequeño, pero debemos luchar por que se vayan consiguiendo cotas más altas, sin perder nuestro objetivo principal, la calidad arquitectónica. Cuidamos la calidad, el diseño, el confort y el bienestar. La calidad del diseño es un factor importante, la arquitectura también como expresión artística. —¿Cuidar el diseño no es algo caro? —No, el que un edificio esté diseñado con una solución estética u otra no ha de implicar que sea más cara una solución que otra. Que un edificio tenga calidad supone que resuelve los problemas y los resuelve bien. Cuando necesitamos aislar una envolvente o colocar una ventana que cumpla con unos requisitos de eficiencia, no estamos pensando en que es más cara o no; esa ventana está haciendo su papel y está cubriendo una necesidad. El hecho de que se cuide el diseño no tiene que encarecer la solución. De hecho, un buen diseño no tiene por qué ser llamativo, ni excesivo. Ahora, en los concursos de arquitectura se está valorando sobre todo la integración en el paisaje, la reutilización de materiales de la zona, la discreción en el diseño, esa integración en el entorno. No tanto ya esos edificios que rompen con las escalas urbanas o que suponen hitos escultóricos, que sí, que también tienen su valor. Son distintas formas de interpretar. —¿Es una vuelta a lo sencillo? —Si, de alguna manera es así. Estamos volviendo a recuperar unos valores más tradicionales, más sencillos y más enfocados a saber adaptar la construcción y la arquitectura a las necesidades de este tiempo, que no son las mismas que en épocas anteriores. —¿Cómo quieren que sea su vivienda las familias o particulares que ahora acuden a un arquitecto? —Piden, de forma muy generalizada, y nos parece muy bien que sea así, disponer de espacios amplios, flexibles, sobre todo después de haber pasado la pandemia y haber tenido la necesidad de reutilizar y adaptar espacios para otros usos. Nos piden una arquitectura flexible, que en muchos casos esté integrada la cocina con zona de estar, que se puedan tener despachos dentro de las viviendas, que haya muchas zonas abiertas. Se piden terrazas o patios -ya no se cierran las terrazas para ampliar el salón-, ahora se priorizan los espacios abiertos dentro de la vivienda, que antes no se valoraban de esta manera. Se demandan espacios para teletrabajar, por ejemplo. Después de la pandemia, la forma de usar las viviendas ha cambiado. —¿En arquitectura hay un antes y un después de la pandemia? —No sé si tanto, pero sí nos vamos adaptando a las necesidades de cada momento. Tras la pandemia hicimos un análisis de qué cosas habían fallado y qué es lo que a partir de ese momento se estaba recuperando, y nos dimos cuenta de que eso pasa progresivamente, cíclicamente. También a principios del siglo pasado hubo una epidemia de tuberculosis y es cuando se demandaban ventanas mayores, más ventilación, y supuso una renovación de los criterios de diseño, se eliminaron los pesados muros de fachada y se hicieron las fachadas más abiertas, con más huecos. —¿Y ahora cómo es la tendencia? —Pues vamos evolucionando poco a poco. Ahora, por ejemplo, tenemos otras herramientas para resolver la ventilación, además de las ventanas. Los espacios habitables tienen que estar perfectamente iluminados y ventilados. Pero ahora también sabemos que la ventilación no solo se consigue abriendo las ventanas. Tenemos sistemas de ventilación mecánico que garantizan una renovación del aire sin pérdida de calor, incluso en invierno sin tener que abrir ventanas. —¿Cuáles son esos sistemas? —Estas soluciones se usan en función de conseguir una mayor eficiencia energética dentro de los edificios y con el uso de recuperadores de calor se consigue mejorar. Hablamos de una ventilación mecánica donde el aire que entra de la calle pasa previamente por un filtro, que dota a ese aire de la temperatura que tiene la vivienda y así no se produce pérdida de calor. Si tenemos funcionando la calefacción en invierno y abrimos las ventanas porque hay que ventilar, perdemos parte de ese calor. Si tenemos un sistema de ventilación que nos permite tener aire limpio y puro continuamente en la vivienda y no perder las calorías que estamos generando para la calefacción, obtenemos un ahorro energético importante. La normativa actual nos obliga ya a que las viviendas de obra nueva y las que rehabilitemos a través de subvenciones, cuenten con unas condiciones de rendimiento energético muy altas y con un consumo muy bajo. —¿De qué forma se consigue eso? —La única manera de poder cumplir los requisitos de la norma es que tengamos unas envolventes suficientemente aislantes, y eso se consigue con aislamiento en paredes, ventanas con cámara, con doble cámara incluso, y evitando puentes térmicos en los puntos de unión de los elementos. Pero, además tenemos que utilizar energías renovables para producir la temperatura de confort, y a día de hoy, no tenemos demasiadas opciones. Disponemos de diversos sistemas, el más habitual es el pellet, que se considera renovable porque es producto de la limpieza de los bosques y se estima que ya ha producido su beneficio al medio ambiente. Se están estudiando e investigando otros sistemas de energía renovable que puedan cumplir con estos requisitos. —¿Cómo puede la arquitectura frenar la despoblación, que es otro de sus objetivos? —Yo creo que la despoblación la deben frenar las políticas en general. Y desde el punto de vista de la arquitectura, hacer que los entornos rurales cuenten con viviendas y con espacios que tengan calidad suficiente como para que la gente se pueda quedar a vivir allí. Nos estamos encontrando que, aunque hay políticas que incentivan que la gente se vaya a los pueblos o a entornos rurales a vivir, luego no hay oferta de viviendas que reúnan condiciones de habitabilidad, o posibilidad de adquisición. Debemos conseguir dar vida a esos entornos que además tienen ya gran parte del trabajo hecho en cuanto a sostenibilidad, ya que tenemos parte de los materiales allí, donde hay construcciones tradicionales que se construyeron con esos criterios de eficiencia energética, con muros de piedra que tienen una inercia térmica increíble y que ayudan mucho a mantener el calor y el frío. —¿Se puede compatibilizar la protección del patrimonio con la masificación turística o la proliferación de pisos turísticos? —Me está poniendo encima de la mesa varios problemas. Por un lado, hablamos de la protección del patrimonio, donde nosotros como arquitectos consideramos que somos los principales defensores del patrimonio arquitectónico porque somos los que lo creamos y los que intervenimos en él, y reivindicamos también nuestro papel a la hora de poder opinar en el uso de criterios de intervención. Por otro lado, efectivamente, cuando hay intereses turísticos excesivos se puede producir el efecto contrario al deseado. Y claro, hay que protegerlo limitando el uso en algunos casos porque puede producir daños. Y luego, en relación con la masificación turística y los pisos turísticos, nos encontramos, además, con otro problema ahora mismo de vital importancia, que es la gran demanda de vivienda y la falta de oferta. El uso de viviendas para alojamiento turístico, sin una regulación adecuada limita la oferta. Sería conveniente que los pisos turísticos estén regulados, que pasen por cumplir unas normas como lo hacen los hoteles y los apartamentos turísticos o apartahoteles, y los edificios destinados a vivienda puedan tener el uso de vivienda como tal. Eso propiciaría poner en el mercado viviendas que ahora mismo son de uso temporal y que pudieran ser viviendas para para alojamiento, para alquiler de estancia más larga, que es lo que se demanda. —Usted es de Guadalajara pero conoce bien Toledo. ¿Qué opina de una ciudad que visitan miles de turistas? — Toledo es una ciudad maravillosa y entiendo que la gente de Toledo se sienta orgullosa de ser de aquí. La verdad es que contiene un patrimonio arquitectónico impresionante que integra también el paisaje, el entorno que le rodea, el río. Pero, efectivamente, el hecho de que haya demasiados turistas puede provocar que el Casco Histórico se quede vacío y que se convierta en un escenario de parque temático donde están los turistas de día y por la noche no haya vida, donde se elimine la residencia habitual permanente, que es la que da vida y mantiene el tejido urbano del casco. Debe haber una regulación de los los establecimientos turísticos adecuada que permita que la gente pueda volver a vivir en el centro de Toledo, que no se abandone el Casco, que es lo peor que le puede pasar. Hay que potenciar el que haya viviendas, que haya niños jugando en la calle dentro del casco. —Dígame un ejemplo de una buena regeneración arquitectónica. —La intervención en el Corral de Don Diego de Toledo es un ejemplo brillante. Se ha recuperado un edificio que estaba abandonado y se ha convertido en viviendas para jóvenes. Se ha obtenido también una plaza donde se hacen eventos y donde hay vida para los vecinos.