7 de octubre: ¡No olvidamos!

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EL sábado 7 de octubre de 2023 quedará grabado para siempre en la memoria del pueblo judío. Ese día, en medio de la festividad de Simjat Torá, la celebración de la alegría de la Torá que marca el cierre de Sucot, ocurrió algo que nadie podría haber anticipado: una violencia desmedida, organizada y cruel irrumpió en la vida cotidiana de miles de personas. Lo que comenzó como un día de celebración se transformó en un día de horror, muerte y destrucción. No olvidamos las imágenes que las televisiones difundieron ni las que circularon por las redes sociales. Eran imágenes inusuales, difíciles de comprender, que mostraban a personas armadas invadiendo poblaciones, disparando indiscriminadamente en las calles, subiendo a los tejados, deteniendo automóviles y ametrallando a sus ocupantes. Era la expresión del odio más absoluto, la manifestación de una maldad organizada que no distinguía entre jóvenes, adultos o mayores. Lo más estremecedor de aquel día fue la frialdad con la que los agresores grababan y transmitían en directo sus atrocidades. Violaciones, amputaciones, asesinatos, persecuciones y quema de familias enteras vivas quedaron registradas en vídeos que recorrieron el mundo , dejando constancia de un nivel de barbarie que parecía inimaginable en el siglo XXI. No olvidamos esas imágenes. No olvidamos el sentimiento de angustia, de impotencia y de incomprensión ante la magnitud del horror. No olvidamos la empatía que sentimos hacia aquellos jóvenes sorprendidos por la muerte sádica mientras celebraban la paz en un festival de música, hacia las familias que acampaban durante la festividad, hacia los mayores que dormían plácidamente en sus hogares. No olvidamos la guerra que vino después, las víctimas inocentes, los desplazados. El dolor en una y otra parte. Aquí, en España, tampoco olvidamos lo que vino después. El mismo día, algunas voces intentaron justificar la masacre como una supuesta resistencia armada. Nos costó comprender cómo, en medio del 'shock', algunos dirigentes políticos llegaron incluso a alegrarse de lo sucedido. Al día siguiente, en Madrid y Barcelona, se convocaron concentraciones en favor de la causa palestina al grito de «resistencia». No olvidamos a las familias judías españolas que vieron sus casas marcadas con la Estrella de David, a la pareja que recibió una pedrada por la ventana de su salón. No olvidamos cómo, tras la conmoción inicial, se desató una ola de antisemitismo en España como no se había visto en tiempos recientes. Los episodios fueron múltiples y escalofriantes. El intento de asalto a la sinagoga de Melilla, once días después de la masacre; el intento de incendio de una pizzería 'kosher' en Madrid, donde clientes cenaban en su interior; los mapas de Barcelona y Melilla señalando comercios judíos; buzones marcados con esvásticas; pegatinas en las fachadas de sinagogas y comercios; panfletos amenazantes enviados a estudiantes judíos… No olvidamos las pintadas que proliferaron en distintas ciudades españolas, llamando a los judíos nazis, asesinos, genocidas, perros, o afirmando que «los judíos deben morir». No olvidamos la presión que han sufrido los estudiantes judíos en colegios y universidades, rodeados de campañas de adoctrinamiento, carteles, llamamientos a huelgas y consignas. No olvidamos las viñetas antisemitas que confunden y culpan a todo el pueblo judío, los comentarios en tertulias mediáticas que perpetúan estereotipos y el señalamiento público de comunidades y personas. No olvidamos que algunas organizaciones oficiales eligieron como eslogan la campaña de Hamás, «desde el río hasta el mar», que llama a la destrucción de Israel, y que se difundieron carteles en los que se hacía desaparecer del mapa al Estado israelí. No olvidamos los boicots, las persecuciones a judíos e israelíes, los insultos y las expulsiones de locales públicos. No olvidamos las comparaciones constantes del Holocausto con la guerra actual y la ruptura de relaciones de instituciones políticas y académicas con Israel. El antisemitismo adoptó formas variadas y complejas. Según la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA), de la que España forma parte, «exigir a Israel un comportamiento no esperado ni exigido a ningún otro país democrático» constituye antisemitismo. No olvidamos a los amigos de Castrillo Mota de Judíos (Burgos) que con demasiada frecuencia amanecen con pintadas amenazantes y, en una ocasión, hasta con un incendio en los contenedores de basura. Pero no todo fue oscuridad. Pocos días después de la masacre, el Ministerio del Interior reforzó la seguridad en sinagogas y colegios judíos, tras el llamamiento de Hamás a la «yihad global». No olvidamos las concentraciones contra el antisemitismo en Madrid, Málaga y Barcelona, ni los grupos que se formaron para luchar contra este fenómeno: la Coordinadora contra el Antisemitismo, la Red Académica contra el Antisemitismo, el grupo de profesores de la UNED y muchas otras organizaciones. No olvidamos a todas las personas y colectivos que entienden que el antisemitismo es una enfermedad del alma que empieza con los judíos, pero no termina con ellos. Hoy, al recordar el 7 de octubre, sentimos una mezcla de dolor y resiliencia. No olvidamos, y la memoria nos obliga a mantener viva la conciencia sobre los peligros del odio. Nos preguntamos, con honestidad y sinceridad, si algún día podremos perdonar. El 7 de octubre es más que una fecha. Es un símbolo de la necesidad de estar alerta para proteger los derechos humanos, denunciar la injusticia y combatir el antisemitismo en todas sus formas. Es un llamamiento a la acción, un recordatorio de que la memoria es también responsabilidad colectiva. Y afirmo con claridad: no queremos guerra. No queremos que sigan muriendo civiles inocentes, ni israelíes ni palestinos. Rechazamos la violencia que arrastra a pueblos enteros al sufrimiento, y creemos firmemente que la paz, la convivencia y el respeto mutuo son el único camino posible. Este es el mensaje que debemos transmitir, firme y claro, para que las futuras generaciones comprendan que la memoria es la base de la justicia y que la indiferencia solo permite que la barbarie se repita. Que este día, marcado por la tragedia, también sirva para fortalecer nuestra determinación de construir un mundo en el que la paz, la convivencia y el respeto mutuo prevalezcan sobre el odio y la violencia.