Veo unas puntas o unas medias puntas de ballet y se me ilumina la vista. Se trata de una disciplina tan bonita y tan sacrificada que no me extraña nada que aunque sea centenaria siga ganando adeptos hoy día. Se empieza normalmente en la niñez, cuando tus padres te apuntan, y solo continúan quienes desarrollan una pasión por la actividad y pueden -logísticamente hablando- seguir yendo a clases. Después, cuando pasan los años y lo dejaste, llega ese pensamiento de «¿por qué lo dejé?», y desde hace años, gracias a varias academias de danza que apostaron por ello, se convirtió en la actividad de muchos adultos que necesitan ganar movilidad, sentirse libres o simplemente volver a esa niña que habita en ellas. No hay una edad para empezar o continuar en esta actividad tan beneficiosa. Carolina de Pedro , ligada al ballet desde hace más de 50 años, ofrece clases de ballet a adultos y hablamos con ella sobre la importancia de tomar clases de esta danza a cualquier edad: 1. ¿Qué le motivó a centrar su enseñanza del ballet en mujeres adultas, especialmente a partir de los 50 años? En primer lugar, mi propia edad -este año cumplo 56-. Mi trabajo siempre ha estado en sintonía con mi propio ritmo vital. Por otro lado, la danza clásica dirigida a mayores de 50 años es casi inexistente... 2. ¿Faltan más lugares que se centren en adultos? Sí. Tanto para quienes han bailado toda su vida como para quienes quieren iniciarse. A esa edad, la oferta suele reducirse a yoga, pilates o caminatas… pero espacios para el ballet prácticamente no hay. Por mi carácter estoico, siempre se me ha dado naturalmente enseñar a adultos. Es algo que me gusta, me nutre y me permite compartir no solo ballet, sino también vida. 3. ¿Cómo impacta el ballet en el estado emocional y en la autoestima de las mujeres que lo practican en la madurez? El ballet tiene un impacto profundo en el estado emocional y en la autoestima en general. El cuerpo realmente cambia con la práctica: mejora la postura, se reduce la rigidez, aumenta la flexibilidad, la coordinación y la conciencia corporal. No solo estiliza, sino que armoniza y reorganiza el cuerpo en movimiento. Fortalece el cuerpo, eleva el ánimo y reaviva la conexión con la sensibilidad artística. La autoestima se transforma: te ves mejor, te sientes mejor y disfrutas de una actividad que amas. Acercarse al ballet en la madurez es reconciliarse con el propio cuerpo desde un lugar más amoroso y consciente, a través de la belleza y la profundidad del arte. Para muchas mujeres adultas, reencontrarse con el ballet en esta etapa de la vida es un gozo inmenso, un privilegio. 4. ¿Qué papel juega la autoimagen en sus clases? No diría que la autoimagen ocupa un lugar central en mis clases; eso suele darse más en mujeres jóvenes, de entre 30 y 40 años. Con la madurez, la atención se vuelca en la práctica misma y, sobre todo, en la felicidad que brinda una disciplina tan llena de desafíos como de belleza. A estas alturas de la vida, no se trata de juzgarse sino de reconocerse y habitar el cuerpo con dignidad. El ballet aporta fuerza y armonía, y florece cuando se acepta con serenidad que el cuerpo cambia con los años como parte natural de la vida. 5. ¿Qué diferencia hay entre enseñar ballet a personas adultas y a personas jóvenes? En la juventud, el ballet suele vivirse como potencia, fuerza y competencia, con un fuerte deseo de superación y de destacarse. Las clases son exigentes, con pasos y rutinas desafiantes que un cuerpo joven puede asumir. En la adultez, el enfoque cambia: el esfuerzo existe, pero se adapta al linaje corporal de la madurez. También los miedos son distintos: en la juventud predomina el temor al ridículo o a la comparación, mientras que en mujeres de 50 en adelante ese miedo casi desaparece. Lo que prevalece entonces es el disfrute, con menos autoexigencia y más conciencia de la vida y de lo que realmente vale la pena. 6. ¿Y qué diferencia al ballet clásico auténtico de las versiones más 'fitness' o gimnásticas que suelen ofrecerse? El formato fitness no tiene nada que ver con la danza clásica auténtica: son dos mundos distintos. Cada vez que a una disciplina se le agrega la palabra fitness, se transforma en una rutina repetitiva que pierde su esencia. En el caso del ballet, reducirlo a ejercicios de gimnasio con series de repeticiones no solo se aleja de la técnica verdadera, sino que desvirtúa por completo su sentido profundo. Lo más preocupante -y esto sí es grave- es que a menudo se presentan ciertos ejercicios como si fueran ballet, cuando en realidad no lo son. Se mezclan rutinas de todo tipo y, sin pudor, lo llaman 'ballet'. Eso resulta confuso y, en el fondo, descarado. Las adaptaciones no son más que productos de moda. Como decía Chanel: 'la moda pasa, el estilo permanece'. El ballet clásico pertenece a lo que perdura; lo demás, con el tiempo, seguirá su curso. 7. ¿Cuál ha sido tu mayor reto? Empezar. En 2003, cuando ofrecí por primera vez ballet para adultos -con o sin experiencia-, casi nadie usaba ese concepto. No existía el cartel de 'ballet para adultos' en academias ni en anuncios. Apenas lo lancé, comenzó a llegar gente deseosa de aprender desde cero o de retomar lo que había dejado. La respuesta fue tan grande que, con los años, llegué a dar clases incluso los domingos… y se llenaban. Nunca sentí que enseñar danza clásica a personas adultas fuera complicado; al contrario, siempre lo viví como algo natural. Por mi manera de mantener siempre los pies en la tierra me hago entender con claridad: esto sí es posible, esto no; esto es realidad, aquello fantasía. Quien quiere avanzar, puede hacerlo; por otro camino, conmigo no. Esa firmeza me ha funcionado. Claro que ha habido excepciones, pero mínimas. 8. ¿Hay alguna adaptación en los ejercicos o coreografías para adultos? No diría que adapto los ejercicios, sino que los enseño correctamente, respetando la técnica clásica con su lógica y explicación, y cada alumna los realiza hasta donde puede llegar. Mis clases, al estar dirigidas a personas adultas, siempre han sido de un nivel pensado para no profesionales. Así aprenden lo que está bien y lo que no, conociendo sus propios límites. El problema de quienes 'adaptan' la técnica a las posibilidades de cada alumno es que terminan enseñando un híbrido que ya no se sabe qué es. Cuando enseño a jóvenes, en cambio, aplico la técnica en todo su rigor. El ballet clásico es tan perfecto en su forma y funcionamiento que merece ser honrado. Por eso digo que enseño ballet de verdad. 9. Sí habrá correcciones, ¿no? Siempre he estado atenta a cada alumna, cuidando que no se exceda ni fuerce más de lo debido. Esa atención cercana les permite trabajar con seguridad, conciencia y respeto hacia su propio cuerpo. Y puedo decirlo con orgullo: en todos estos años, nunca nadie se ha lesionado en mis clases. 10. ¿Qué cambios han notado sus alumnas desde que lo practican? Muchos, tanto físicos como emocionales. Se sienten más conectadas consigo mismas, se expresan con mayor libertad, se mueven con soltura y seguridad. Incluso cambia su manera de vestirse: se animan a usar lo que realmente las representa, porque el cuerpo se transforma -se aligera, se fortalece-y con ello mejora la autoimagen y la autoestima. En lo físico, lo más evidente es que adelgazan, se estilizan y mejoran notablemente la postura. En lo emocional, están más contentas y plenas. 11. ¿Nota que el ballet les ha ayudado en otros aspectos de su vida? Sí, el ballet les ha ayudado y, sobre todo, les ha acompañado. Y eso ya es mucho. Una práctica donde la disciplina y el esfuerzo son la base termina trasladándose a la vida diaria: te organiza, te da estructura y abre la posibilidad de trazar nuevos paradigmas personales. Además, te ayuda a reconocer tu resiliencia y a aceptar ciertos límites, desde un lugar más consciente. 12. ¿Qué le diría a alguien de más de 50 años que quiere empezar ballet pero siente que ya es tarde? Nunca es tarde. Estudiar ballet en la adultez es hermoso cuando se hace con conciencia y respeto por una misma. No se trata de piruetas ni de alcanzar la perfección técnica, sino de habitar la danza con autenticidad. Si sientes ese llamado, escúchalo. El ballet es un mundo profundo, transformador y lleno de sentido… a cualquier edad, siempre que se viva con ilusión y con realismo. Y si has hecho ballet toda la vida, lo has dejado y deseas regresar, no hay nada más maravilloso que el reencuentro con este arte y con una técnica tan profunda, que siempre te espera para volver a habitarla. Carolina de Pedro (Buenos Aires, 1969) cuenta con una trayectoria de cincuenta años en el mundo del ballet y la danza. Fue bailarina clásica profesional y, desde 2003, es maestra de ballet para adultos en Barcelona, donde imparte clases desde hace más de veinte años. Además, es editora de la web Danza Ballet. Creadora del método Body Ballet , ha desarrollado una propuesta que permite a personas adultas estudiar danza clásica desde la técnica, el arte y la conciencia corporal.