Una buena parte de gaditanos maduros tiene algún vínculo con la máxima expresión de la vida en el mar: el buceo.Cualquiera que viva en la parte litoral de Cádiz hace más de 40 años tiene un recuerdo familiar, tuvo un pariente cercano que conoció a uno de esos héroes de marca blanca, salitre, que se jugaban la salud con escafandra, botellas, gafas, lastre, con o sin arpón.Era para trabajar, para buscar, para pescar pero siempre dentro de esa parte misteriosa, fascinante y amenazante de la tierra que es agua salada y oscura.En la Bahía de Cádiz, quizás el mito más popular de aquellos tiempos, de aquellas conversaciones de almuerzo con un padre, un abuelo, un tío que trabajaban alrededor de los astilleros o la pesca fuera el de Francisco Martínez de Salazar, El Pantera. Por un juego de palabras quizás involuntario, resulta imposible apartarle de la memoria al descubrir Los tigres, la nueva película de Alberto Rodríguez y Rafael Cobos.Director y guionista forman la inseparable pareja de sevillanos que mejores recuerdos y mayor lustre dan al cine -más que andaluz- de andaluces, ese que cuenta historias hechas por, en y desde Andalucía.Antonio de la Torre, Alberto Rodríguez y Bárbara Lennie en San Sebastián este sábado.El sábado, a las 8.30 de la mañana, se vivía en el majestuoso Kursaal de San Sebastián, a 50 metros del mar, el primer pase del largometraje que llega a las salas comerciales el 31 de octubre.La contundente y prolongada ovación tras el primer visionado llegaba junto a un comentario: "Alberto Rodríguez ha vuelto a hacerlo". Y Cobos, habría que añadir.Otra vez un relato tenso y envolvente para mostrar con amorosa crueldad y a través de una intriga absorbente un entorno familar, social, doloroso y reconocible. Realismo sin magia ni trucos, desde la ficción bien dialogada.Si ya lo hizo con las marismas arroceras del suroeste sevillano (La isla mínima), los barrios aplastados de la Sevilla en vísperas de la Expo 92 (Grupo 7) o los quinquis charnegos presos durante la Transición (Modelo 77), ahora el entorno buscado por Rodríguez es el más impresionante posible: el mar y el buceo profesional.¿Qué opinaría 'El pantera'?Habría que pedir a El Pantera sus bendiciones pero desde el desconocimiento técnico del oficio y con todas las licencias que necesitan el cine o la literatura, Los tigres parece contar con certeza la adicción y el alto coste que provoca un oficio legendario y maldito, la única forma que conocieron algunos con apodo felino de ganarse las papas, la enfermedad y la muerte.Mejor dejar los detalles de la historia para que cada cual se sumerja -perdón, era inevitable- en su propia butaca, en su cine cercano. Apenas falta un mes para poder hacerlo.Mientras, algunos elogios preventivos sin desmigar la trama, no vaya a ser que alguien suelte ese anglicismo con el que se vilipendia a los que destripan películas o series por adelantado.Los motivos particulares para verla pueden ser tantos como sus virtudes cinematográficas. Algunos defectos tiene y habrá oportuna ocasión de leerlos. Mientras, pocas películas en la historia del cine en español han abordado y superado el reto técnico de rodar tantos minutos bajo el agua.En lo argumental, pocas veces se afrontó de forma tan lúcida y honesta, con cercanía y distancia exactas, sin juzgar ni prejuzgar, la convivencia en las costas andaluzas entre la miseria laboral y el tentador narcotráfico.Sin apenas un lugar común, sin una concesión al morbo -a los malos ni se les ve-, ni la acción facilona pero con el tino para mantener en tensión, con el oxígeno justo fuera o dentro del mar, al espectador casi en cada secuencia.La complicidad y la originalidad aparecen también en los dos actores protagonistas: Antonio de la Torre y Bárbara Lennie encarnan con neopreno y sin él a los apodados tigres en la ficción, los hermanos Antonio y Estrella.Uno de los carteles promocionales de 'Los tigres'.Igual que Rodríguez, aquel pibe cinéfilo de la Alameda de Hércules, ambos "vuelven a hacerlo". Quedan confirmados como dos actores con una llamativa facilidad para transmitir sensaciones y dobleces, con una notable incapacidad para fallar a la hora de elegir, atrapar, papeles.Aquel Pantera de la conversaciones de padres y abuelos gaditanos, un domingo cualquiera, a los postres, queda bien retratado, al menos según la imaginación de los que oíamos los cuentos.Honestidad, precariedad, cuidados y narcotráficoLa película, con el talento añadido de utilizar técnicos y narrativos sin resaltarlos con pedantería, habla de buzos dolidos, heridos, osados y resignados, héroes por una nómina, que bajaban donde nadie quería para arreglar hélices o anclas, enchufar enormes mangas de combustible, a soldar cascos de monstruosos petroleros.Son los que rescataron a un compañero en apuros en una faena encargada por Petronor en el Cantábrico o en las heladas aguas noruegas. Qué más da, como si fue Huelva o Cádiz. Nada menos chovinista y patriotero que el mar. Mucho menos, su fondo.'Los tigres' llega a las salas de cine el viernes 31 de octubreEs una historia de andaluces, en Andalucía, que protagonizan aventuras que parecen condenas, convertidos en leyendas locales sin pretenderlo. Nada más universal que el terruño húmedo hecho de algas, corrientes y peces libres.El mar como un oficio maldito e inevitable practicado por sentenciados que necesitan ponerse en el móvil el sonido de las olas para coger el sueño. Una mujer atrapada -como tantas, casi siempre- en la obligación de cuidar a los hombres a su alrededor, su padre y su hermano, tigres con bombona, imaginarias panteras que en el mundo han sido. Cada puerto andaluz tuvo y tiene una, quizás más.Si el cine es hablar y contar con imágenes, ningún plano mejor que ese en el que Estrella (Bárbara Lennie) acaricia con su mano vendada la del hermano aterrado en un coche, de madrugada.La hija y hermana herida, en todos los sentidos, debe tragarse su dolor para rescatar a los que parecen algo más sanos pero siempre están peor.Otra vez obligada a renunciar a su propia vida, al tiempo propio representado por un reloj sumergido, para tratar de mejorar y prolongar el de toda la familia. Siempre la maldita familia y el maldito parné. Siempre Alberto Rodríguez. Loor, y ojalá que miles de entradas vendidas, para el mejor cine andaluz aunque eso ni siquiera exista.