El presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar no era mudo . Después de casi once meses desde el fatídico 29 de octubre de 2024, el ingeniero al frente del organismo regulador de cuenca compareció como testigo ante la jueza que instruye la causa de la dana y en una declaración que se extendió a lo largo de ocho horas dejó para la posteridad una reflexión que merece ser comentada. Tras ser preguntado acerca de su ausencia en el ya famoso Cecopi (Centro de Coordinación Operativa Integrada), a cuyas reuniones se conectó telemáticamente, se excusó: «Nadie podía prever lo que iba a suceder». Miguel Polo, y a continuación el Gobierno central, ha defendido que la vigilancia sobre los barrancos no era competencia suya sino de la Generalitat, argumento que no se sostiene desde el momento en que la Confederación avisa de la espectacular crecida del barranco del Poyo cuando ya es demasiado tarde para los vecinos de la comarca valenciana de l'Horta. La información de los organismos dependientes del Gobierno central no se correspondió con la gravedad y la urgencia que exigía la devastadora inundación. Basta con apuntar, como triste anécdota, que durante aquella terrible noche, en la redacción de 'Las Provincias' había más periodistas trabajando que técnicos de servicio en la Confederación del Júcar, a pesar de que el número de empleados públicos de esta entidad triplica al del personal del diario decano de la Comunidad Valenciana. Si el Gobierno no vio venir la dana, la Generalitat tampoco. La falta de reflejos de los responsables directos de las emergencias y la inexplicable lentitud del presidente Mazón para sumarse al gabinete de crisis –aunque legalmente no estuviera obligado a hacerlo–, dejan en muy mal lugar a un Ejecutivo autonómico completamente superado por los acontecimientos. Y aunque es cierto que no recibió suficiente información de lo que estaba sucediendo, no lo es menos que los medios y las redes sociales venían colgando vídeos de la situación de pueblos como Chiva. Y cualquier conocedor de la geografía local sabe que cuando llueve en Turís y Pedralba, el agua va a bajar torrencialmente por los barrancos, inundándolo todo. Algunos dirigentes, tan aficionados a los vídeos, no supieron estar atentos a lo que desde primeras horas de la tarde estaba circulando de manera creciente. Citaba los barrancos, y aquí viene el tercer factor a tener en cuenta. Porque sobre ellos, a lo largo de décadas, se construyó sin las precauciones mínimas. Las que sí tomó una multinacional sueca del mueble a la hora de proyectar su establecimiento, preparado para resistir una riada como la que asoló Valencia. Que tengan que venir del norte de Europa para mostrarnos cómo edificar en terrenos inundables debería llevarnos a una reflexión sobre nuestro modelo urbanístico. No busquen ahí responsabilidades políticas en un único partido ni en un nivel de la administración. Han sido todas (central, autonómica y local) y de todos los colores las que han alicatado el territorio, impidiendo que el agua transcurra por su cauce natural y sin pensar en alternativas, como se hizo tras la riada de 1957 al desviar el Turia y evitar su paso por el casco urbano de Valencia. Una solución que salvó a la ciudad de sufrir el mismo destino que algunas de sus pedanías del sur y los pueblos de l'Horta. Un Gobierno central que no informa como debe a través de los organismos públicos encargados de hacerlo, y que encima luego no toma las riendas del asunto viendo que quien debería hacerlo no actúa. Una Generalitat bloqueada, incapaz, y que exhibió las carencias de un modelo territorial que otorga las competencias sobre emergencias a quien no tiene medios suficientes ni de prevención ni de intervención en las primeras horas. Y un modelo de ocupación del territorio que desafía las leyes de la naturaleza sin poner medidas para evitar que cuando se desata su furia no acabe con vidas y haciendas. Nadie supo ver la dana que se cernía sobre Valencia aquel nefasto 29-O. Lo cual, cuidado, no significa que no haya responsables, no sé si penales pero sí políticos. Unos por acción y otros por omisión.