En 2007, Estonia fue víctima de un ciberataque que anticipó cómo serían las guerras del futuro. El 26 de abril de ese año, miles de ciudadanos rusófonos tomaron las calles de Tallin, su capital, para protestar por el desplazamiento a las afueras de un monumento erigido en 1947 por la Unión Soviética para honrar a los soldados caídos frente al nazismo. Un día después de los altercados, que se saldaron con un muerto, 156 heridos y un millar de detenidos, una oleada sin precedentes de 'spam' impulsada por una red de 'bots' rusos colapsó los sistemas informáticos del Gobierno, del Parlamento, de bancos y de varios medios de comunicación, una agresión digital que paralizó el país báltico y abocó a sus ciudadanos a semanas de tensa confusión.Seguir leyendo....