El calentamiento global obliga a soportar un cóctel destructivo que se repite y evidencia la necesidad de adaptación a una "realidad inequívoca"El mundo sigue abrazado al carbón, el petróleo y el gas: los grandes productores planean sacar más, no menos En 2019, en 2022, 2023, 2024 o 2025. El patrón ya se repite lo suficiente como para calificarlo de nueva normalidad climática. España se está acostumbrando a soportar un cóctel destructivo de calor extremo, incendios devastadores y lluvias torrenciales derivados del calentamiento global de la Tierra. Este año, España ha vivido 33 días bajo olas de calor —con unas 2.800 muertes evitables—; ha visto más de 400.000 hectáreas ardidas (con ocho muertos) y hace unos días estallaron las primeras lluvias torrenciales cuasiotoñales en Catalunya, donde han fallecido dos personas en una riada. “No hay duda: estamos viendo una concatenación de impactos cada vez más frecuentes y bestiales”, apostilla el encargado de cambio climático en Greenpeace, Pedro Zorrilla. .ladillo_clima { border-top: 1px solid #c5c5c5;margin-top:50px;}.año { font-family: Sanomat-Bold, Georgia; text-align: left; margin: -10px 0px 0px 0px; font-size: 32px; color:#000;line-height: 0; font-stretch: normal;}.ico {width: 60px; text-align: left;padding: 0px 4px 26px 4px;display: inline;} I.El calor La concatenación de la que habla el ecologista comenzó en junio cuando las temperaturas se dispararon. ¿Por qué ocurre? Los gases de efecto invernadero impiden que el calor rebotado del Sol sobre la superficie terrestre escape al espacio exterior. Eso eleva la temperatura media global lo que incrementa la energía acumulada. Además, el cambio climático está ya alterando la circulación atmosférica y los patrones meteorológicos, lo que termina por prolongar y agudizar las olas de calor: así que, partiendo de una base recalentada, las masas de aire muy cálido se quedan atrapadas sobre una región al tiempo que se añade aún más radiación solar muy intensa propia de los veranos. Las olas de calor son el extremo meteorológico más fácilmente atribuible al cambio climático gracias a la cantidad de datos y series históricas de temperaturas disponibles. En España, en lo que va de siglo XXI, se han duplicado respecto a los últimos 25 años del siglo XX. Más de 90 frente a 44. Si se mide en días con calor extremo, se ha pasado de las 212 jornadas a más de 470, según los registros de la Agencia Estatal de Meteorología. “Las temperaturas de 2022 y 2023 en el Mediterráneo occidental excedieron la variación natural de miles de años alcanzando anomalías de entre 3,6 °C y 2,9 °C”, explica una investigación liderada por el Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC. Y por eso pedía “urgencia por implementar medidas de adaptación”. Los récords de calor en 2025 Listado de récords mensuales y absolutos de temperatura superados en 2025 + Ver todos los récords (function () { d3.csv('https://lab.eldiario.es/elections-maps/temperaturas-aemet/year2025/records_2025.csv', function (dataoriginal) { var datarecords = dataoriginal.map(function (d) { return { provincia: d.Provincia, estacion: d.estacion, fecha: parseTime(d.fecha), tmax: +d.tmax, tiporecord: d.tiporecord, tmax_record_anterior: d.tmax_record_anterior, fecha_record_anterior: parseTime(d.fecha_record_anterior), } }).sort(function (a, b) { return b.fecha - a.fecha; }); updateChartTablaCausas(datarecords) }); })(); Después de esos dos años, el verano de 2024 volvió a ser muy cálido y el de este 2025, simplemente, el más caluroso de toda la serie histórica registrada por la Aemet. .ladillo_clima { border-top: 1px solid #c5c5c5;margin-top:50px;}.año { font-family: Sanomat-Bold, Georgia; text-align: left; margin: -10px 0px 0px 0px;line-height: 0; font-size: 32px; color:#000; font-stretch: normal;}.ico {width: 60px; text-align: left;padding: 0px 4px 26px 4px;display: inline;} II.Los incendios Este 2025 ha dejado poco resquicio a la duda sobre la vulnerabilidad que tiene España frente a los incendios forestales en tiempos de crisis climática. Más de 400.000 hectáreas carbonizadas. !function(){"use strict";window.addEventListener("message",function(a){if(void 0!==a.data["datawrapper-height"]){var e=document.querySelectorAll("iframe");for(var t in a.data["datawrapper-height"])for(var r,i=0;r=e[i];i++)if(r.contentWindow===a.source){var d=a.data["datawrapper-height"][t]+"px";r.style.height=d}}})}(); ¿Cuál es su relación con la crisis climática y el calor exacerbado? Existen dos vías: por un lado, las temperaturas especialmente altas crean las condiciones perfectas para que el fuego alcance niveles destructivos casi imparables. Secan el ambiente y la vegetación. Una vez que prenden las llamas, llegan a convertirse en inextinguibles. En los países del Mediterráneo, las temporadas de alto riesgo meteorológico para los incendios han crecido un 54% en cuarenta años. Se han sumado 29 jornadas de peligro extremo al tiempo que avanzaba el cambio climático. Pero, además, con cada ciclo de grandes incendios forestales, estos siniestros inyectan grandes cantidades de CO2 a la atmósfera. Gran parte del carbono que los árboles, a lo largo de décadas, habían acumulado impidiendo que se añadiera a la costra gaseosa que atrapa la radiación solar. Una vez liberado al destruirse las plantas, ese CO2 empeora el efecto invernadero y refuerza las condiciones propicias para el fuego. Este año, los incendios forestales en Europa —hasta el 15 de septiembre— han liberado la cantidad récord de 12,9 megatoneladas de carbono, según el sistema de observación de la UE Copernicus, por encima del anterior total anual más alto de 11,4 megatoneladas de carbono, registrado en 2003 y 2017. Los principales responsables subrayan los cálculos de Copernicus, han sido los fuegos de la península ibérica. En solo una semana de agosto, las emisiones de CO2 en esta región pasaron de estar por debajo de la media histórica a suponer las tres cuartas partes del total europeo. Solo España sumó más de 6 megatoneladas, es decir, casi la mitad continental. .ladillo_clima { border-top: 1px solid #c5c5c5;margin-top:50px;}.año { font-family: Sanomat-Bold, Georgia; text-align: left; margin: -10px 0px 0px 0px; font-size: 32px;line-height: 0; color:#000; font-stretch: normal;}.ico {width: 60px; text-align: left;padding: 0px 4px 26px 4px;display: inline;} III.Lluvias torrenciales Una vez pasado el pico de la canícula, la llegada de aire frío puede dar paso a la temporada de lluvias muy violentas. El pasado fin de semana, la caída de temperaturas vino aparejada a tormentas muy intensas. En Catalunya, la avenida de agua provocada por las precipitaciones arrastró un coche y murieron dos personas. ¿Por qué ocurren y se relacionan con el calentamiento global? El final de verano y el otoño es la época de gotas frías o danas y tiene relación con haber atravesado semanas, o meses, de temperaturas elevadísimas. La mayoría del calor atrapado por la costra de gases inyectados en la atmósfera es absorbida por los mares. El mar Mediterráneo ha encadenado 20 meses consecutivos con temperaturas por encima de lo normal y todos los días de 2025 ha superado su promedio, según ha constatado la Aemet. Las olas de calor marino se han ido sucediendo. Y un mar anormalmente cálido puede aportar más energía si llega al aire frío que provoca las lluvias. Si se dan las condiciones para una dana, por ejemplo, estará cebada por esa energía extra que se ha ido acumulando en el mar. Y las condiciones sí están llegando. La intensidad de las lluvias torrenciales se ha multiplicado por cuatro en 50 años. La Aemet ha constatado que en la España mediterránea ha aumentado la intensidad de las tormentas torrenciales además de que en esa zona reciben ahora un 19% más de precipitación en episodios violentos que en los años 60. @media only screen and (max-width: 900px) { .mapa-edificios-inundaciones { height: 600px; min-height: 600px; transition: height 0.5s ease-in; } .i-amphtml-layout-size-defined { height: 700px } .fullscreenmap { position: fixed; top: 0px; left: 0px; bottom: 0px; right: 0px; width: 100%; height: 100%; border: none; margin: 0; padding: 0; overflow: hidden; z-index: 9999; transition: height 0.5s ease-in; } #container-mapa-edificios-inundaciones { position: relative } #overlay-mapa-edificios-inundaciones { top: 0; left: 0; width: 100%; height: 100%; position: absolute; display: block; } .button-close-fullscreen-map { position: absolute; right: 8px; top: 270px; width: 30px; height: 30px; opacity: 1; background-color: white; border: 0; border-radius: 2px; display: none; box-shadow: 0 0 0 2px rgb(0 0 0 / 10%); } .button-close-fullscreen-map:before, .button-close-fullscreen-map:after { position: absolute; left: 14px; top: 3px; content: ' '; height: 25px; width: 2px; background-color: #333; } .button-close-fullscreen-map:before { transform: rotate(45deg); } .button-close-fullscreen-map:after { transform: rotate(-45deg); } body.lock-scroll { overflow: hidden; } } @media only screen and (min-width: 900px) { .mapa-edificios-inundaciones { height: 720px } #container-mapa-edificios-inundaciones { position: relative } #overlay-mapa-edificios-inundaciones { top: 0; left: 0; width: 100%; height: 100%; position: absolute; display: none } .button-close-fullscreen-map { display: none; } }Fuente: Ministerio de Transición Ecológica, Catastro var totalWidthIframe = window.innerWidth; if (totalWidthIframe < 900) { $("#overlay-mapa-edificios-inundaciones").click(function () { $('body').addClass('lock-scroll'); document.getElementById('container-mapa-edificios-inundaciones').classList.add( 'fullscreenmap'); document.getElementById('mapa-edificios-inundaciones-iframe').classList.add( 'fullscreenmap'); $('#overlay-mapa-edificios-inundaciones').hide(); $('.button-close-fullscreen-map').css({ "z-index": "99999", "display": "block", "position": "fixed" }); }); $(".button-close-fullscreen-map").click(function () { $('body').removeClass('lock-scroll'); document.getElementById('container-mapa-edificios-inundaciones').classList.remove( 'fullscreenmap'); document.getElementById('mapa-edificios-inundaciones-iframe').classList.remove( 'fullscreenmap'); $('#overlay-mapa-edificios-inundaciones').show(); $('.button-close-fullscreen-map').css({ "z-index": "0", "display": "none", "position": "absolute" }); }); } En 2019 una dana especialmente aguda barrió el sureste peninsular y las Baleares entre el 10 y el 15 de septiembre. En su momento se trató de la dana “más profunda” registrada tras comprobar que en junio de aquel año atravesó la Península “la masa de aire más cálida de todas las registradas” en esa época del año hasta la fecha. Otro caso de lluvias muy violentas ocurrió en 2022 después de que España fuera el “epicentro de los incendios más salvajes que quemaron Europa”. Para ilustrar la intensidad de los fuegos, el 18 de julio de ese año, las llamas liberaron al quemar la vegetación unos 16 gigavatios de potencia en una jornada. Multiplicó por más de siete la media de los años 2003-2021 para esos días. Un estudio de la Aemet sobre la mortífera dana que asoló Valencia en 2024 hace referencia a las altas temperaturas acumuladas en el mar Mediterráneo: “La presencia de una dana hacia la zona del Estrecho y el transporte de humedad desde un Mediterráneo muy cálido hacia la Península, provocaron una gran inestabilidad atmosférica que desembocó en el desarrollo de potentes sistemas tormentosos”, explica. Adaptarse Ante una “realidad inequívoca en España” —como llama ya el Ministerio de Transición Ecológica a los golpes del cambio climático— se ha impuesto la necesitad de adaptarse para “evitar o reducir los impactos”, argumenta el Ejecutivo. “Deberíamos haber comenzado a adaptarnos hace treinta años cuando los científicos ya vaticinaron los efectos”, cuenta Zorrilla. “Hay que utilizar soluciones basadas en la naturaleza que son las más baratas y beneficiosas para la población”, analiza. ¿Qué son? Las soluciones que abordan los problemas “a través de la protección, la gestión sostenible y la restauración de los ecosistemas”, según explica la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Por ejemplo: conservar los bosques de manglares proporciona una barrera en las zonas costeras contra los huracanes. En España, restaurar los sistemas dunares y las playas blinda el litoral ante los embates de los temporales. Los ecosistemas fluviales sanos ralentizan las avenidas de agua y mitigan la erosión. Los espacios verdes naturalizados alivian los efectos de las olas de calor en la ciudades. Los bosques maduros y compuestos de diversas especies de árboles y sotobosque amortiguan los incendios forestales.