El pasado 17 de septiembre falleció en Sevilla, tras una larga enfermedad, el catedrático, natural de Bollullos Par del Condado, Mario de Jesús Pérez Jiménez a los 76 años de edad. Como matemático e informático teórico, el profesor Pérez Jiménez fue un referente en el área de la computación e inteligencia artificial, convirtiendo a Sevilla en la “capital de la computación con membranas”.Graduado en Matemáticas por la Universidad de Barcelona en 1971, Mario Pérez se incorpora a la Universidad de Sevilla (US) en 1989, después de ejercer varios años como profesor de educación secundaria en Cataluña y Andalucía. En la US obtiene sucesivamente plazas de profesor titular y catedrático en 1994 y 2009 respectivamente. A partir de 2019, tras alcanzar la edad legal de jubilación, continúa con sus tareas docentes e investigadoras como profesor emérito, pasando en 2022 a colaborar en materias científicas como investigador honorario.[articles:342001]El profesor Pérez Jiménez es autor de casi 300 artículos científicos de alto impacto, varios libros y capítulos especializados, dirigiendo también más de una decena de tesis doctorales, además de decenas de proyectos de investigación regionales, nacionales e internacionales. Por estos méritos, de forma ininterrumpida desde 2021, ha aparecido en la lista anual de la Universidad de Stanford que incluye al “Top 2% researchers of the world”. En 2011, es invitado a formar parte de la prestigiosa Academia Europea de las Ciencias, siendo el primer andaluz en conseguirlo en el Área de Informática. En 2014 se le otorga el premio FAMA en la Universidad de Sevilla por su trayectoria investigadora.En 2004 funda el Grupo de Computación Natural en el departamento de Computación e Inteligencia Artificial de la US. Este campo de la ciencia se inspira en la estructura y funcionamiento de la naturaleza para crear modelos computacionales útiles para cálculos complejos, entre ellos los que se emplean en Inteligencia Artificial. De su importancia da idea el hecho de que el Premio Nobel de Física 2024 fuese otorgado a Hopfield y a Hinton por su trabajo en redes neuronales artificiales. Una alternativa a este paradigma de cálculo natural es el que toma como referencia el funcionamiento de las membranas celulares, uno de cuyos fundadores fue el investigador rumano Gheorghe Paun, con el que el profesor Pérez Jiménez empezó a colaborar hace casi 25 años. Las aportaciones de Mario Pérez fueron fundamentales: desarrolló la formalización matemática del modelo y avanzó en la formulación de la Teoría de la Complejidad Computacional, permitiendo nuevos caminos para atacar uno de los “Problemas Matemáticos del Milenio”: el Problema PvsNP, cuya resolución puede ser determinante en campos tan importantes como la criptografía, las finanzas, la logística y la optimización, la inteligencia artificial y las simulaciones, y la biología computacional y la medicina.En lo personal, Mario destacaba por su cercanía en el trato que daba a todos sus compañeros de profesión. Así se le recordó en el último Congreso Internacional de Computación con Membranas (ICMC2025), celebrado en Chengdu, China, el pasado 20 de septiembre, pocos días después de su muerte. En el mismo, se celebró una sesión especial en honor a Mario, donde muchos investigadores internacionales compartieron las experiencias vividas con él, resaltando el Brainstorming Week on Membrane Computing (BWMC), que se organizaba anualmente en Sevilla desde 2004. Este era el gran encuentro de la comunidad para exponer y debatir ideas provocativas que resultaban en una gran producción científica y colaboraciones a lo largo del año. Todos recuerdan con gran cariño las “mañanas especiales” de churros con chocolate.Además de su gran talento en las matemáticas, Mario era muy disciplinado. Como él siempre decía, “todos mis logros se consiguieron con trabajo, trabajo, y más trabajo”. Mario era el primero en llegar y el último en irse de la oficina, con esa inquietud característica de nuevas posibles ideas para atacar diversos problemas, llegando a ser casi una obsesión. Él mismo afirmaba que antes de dormir se quedaba acostado en la cama mirando al techo planteándose nuevos problemas y posibles soluciones.A Mario le diferenciaba ese toque de locura, que era amor a la disciplina, su actitud de casi padre con todos sus discípulos, que éramos “sus niños”, y su bondad por delante ejerciendo de líder: “He rechazado en el grupo a grandes mentes por el mero hecho de que no eran buenas personas”, afirmaba.Acogido hace cuatro añosY digo éramos porque quien escribe tuvo la fortuna y el orgullo de ser el último discípulo doctoral de Mario, quien me acogió hace ya cuatro años, tiempo que bastó para dejar una huella imborrable en mí, más allá de la ciencia, por su cercanía y calidez contagiosa. A Mario no sólo lo considero mi “padre científico”, sino un segundo abuelo, un familiar que el destino decidió darme. Me enseñó a hacer buena ciencia, una ciencia metódica y con la integridad matemática como referente imprescindible. La parte fundamental de mi carrera profesional se la debo a él.Aunque Mario se haya despedido de nosotros, todo su grupo y antiguos amigos y compañeros seguiremos manteniendo su memoria, en cada palabra, en cada idea y en cada contribución de su obra científica. Él nos mostró el hermoso camino de la ciencia. Es difícil sustraerse de la emoción al recordarle, tras perderle hace tan poco tiempo.Gracias por todo, en nombre de todos, Mario. Como solías decir: “continuaremos…”