No hay que bajar la guardia ni en un ambiente festivo y relajado, y mucho menos si se trata de un espacio multitudinario. Por ello, y para prevenir de situaciones comprometidas, la Policía Municipal de Madrid aprovecha la celebración de las fiestas de Chamartín, en el parque de Berlín, para repartir 5.000 pulseras que vigilan por los asistentes, sobre todo por ellas, de posibles casos de sumisión química . Desde los San Fermines, donde se han detectado varios casos de este tipo de agresiones, hasta las fiestas de barrio y de los pueblos más pequeños, estas cintas se han lucido en las muñecas como un accesorio más, pero con una utilidad vital. Este método permite a las posibles víctimas detectar la presencia de al menos diez drogas distintas en la bebida, entre las que se encuentran GHB o éxtasis líquido, ketamina, burundanga o MDMA. El funcionamiento del sistema, explican los agentes a las jóvenes y madres que aparecen por el puesto situado en el ahora muy concurrido parque de este distrito madrileño, es sencillo: si se llega a sospechar de alguien le ha podido introducir algo en la copa ante posibles mareos, tan solo habría que mojar los dedos en el mismo y dejar caer unas gotas sobre el sensor naranja que presenta esta pulsera. La reacción de este artilugio puede ir en dos sentidos. Si el color del sensor se mantiene en la tonalidad anaranjada o se oscurece un poco, es porque no se han detectado sustancias estupefacientes. En el caso de que cambie a verde o rojo, es porque la pulsera ha detectado una droga en el líquido. Si es verde, es por una posible presencia de GHB; en caso de que el color que aparezca sea rojo, podría ser por presencia de anfetaminas. Mientras Marisa se hacía con esta cinta para su hija de 20 años –que esta noche saldrá con su grupo de amigos a este punto de la capital–, Natalia y Carolina, de 14 y 15, acudían al puesto de información de Policía Municipal de Madrid. «No bebemos, pero esta pulsera nos va a ser muy útil. La llevaremos toda la noche», explican a este periódico, después de que una agente les explicara el funcionamiento de la misma, los síntomas que pudieran padecer (mareo, flojera en las piernas...) y los pasos a seguir en el caso de que esta prueba saliera positiva. Para Lucía y Laura, vecinas de Chamartín «de toda la vida», es todo un alivio la existencia de una medida así: «Es una manera de protegernos y tranquilizarnos para poder disfrutar de las fiestas de nuestro barrio», aseguran a ABC. Esta iniciativa no solo permite a la víctima tener una manera rápida de poder saber lo que le sucede en caso de encontrarse mal, sino que también funciona como una medida que de manera pasiva puede ahuyentar a potenciales agresores. Esta no es la primera vez que se utiliza este método en la Comunidad de Madrid para tratar de evitar estas situaciones. En Móstoles, Alcorcón o Pinto ya se han probado las ‘pulseras centinelas’, y en todos los casos ha habido una buena experiencia . «Ha contado con una excelente acogida y recepción por parte de la ciudadanía», aseguran desde el Ayuntamiento de Alcorcón, que repartieron centenares de ellas durante las fiestas, tanto las de este año como el pasado 2024. Un total de 1.500 de estas cintas se dieron a los asistentes, aunque no se reportó ningún caso positivo en sumisión química. Esta medida, con su correspondiente información sobre su funcionamiento, así como la instalación de un Punto Violeta, tuvo un resultado «muy positivo y claramente disuasorio», remarcan desde este municipio madrileño. En las fiestas patronales de Móstoles también este año volvieron a utilizar estas pulseras detectoras de droga y celebran los resultados «muy satisfactorios» que ha dejado esta medida, que complementaron también con un tapas para vasos, llaveros con alarmas y folletos informativos para los vecinos de esta localidad. En la memoria del año 2021 –la última publicada– del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses en el que se tratan los hallazgos en agresiones sexuales con sospecha de sumisión química, se constata que se realizaron en ese año 950 análisis a víctimas de presuntos delitos sexuales ocurridos a lo largo de todo el territorio nacional con sospecha de haber sido facilitados por sustancias psicoactivas. Madrid es, según este documento oficial, la tercera comunidad autónoma en la que más casos se dieron ese año con 2,9 casos por cada 100.000 habitantes. El perfil de estas personas es mayoritariamente mujeres, representando el 93,4% (887 casos) frente a un 6,6% de varones (63 casos). Más del 20% son menores de edad y el 56,4% pertenecen al grupo de jóvenes menores de 35 años (536 casos). Sin embargo, también debe considerarse la sospecha en otros perfiles de víctima, en relación con la obtención de dinero o bienes bajo el efecto de sustancias, especialmente en personas mayores, que sufren un robo o extorsión. Este rango de edad, señala este documento, corresponde a un 7,6% de los casos. Desde 2018, la Comunidad de Madrid cuenta con un protocolo de actuación ante la sospecha de una posible sumisión química. Su objetivo es «incrementar la sensibilidad en el diagnóstico de estos episodios hasta ahora poco conocidos y dar una respuesta médico-legal que garantice los derechos de las víctimas». El protocolo facilita una respuesta ante datos de anamnesis y exploración, la actuación clínica a seguir, y detalla el procedimiento de recogida de sangre y orina, así como la custodia de las muestras con validez legal, a fin de que puedan ser de utilidad para la actuación judicial tras la denuncia por parte de las víctimas. Además, independientemente de que el paciente exprese su deseo de formular la correspondiente denuncia o no, y de la emisión del informe clínico asistencial, se indica la obligatoriedad de que el profesional sanitario cumplimente en el parte de lesiones, especificando claramente «Sospecha de sumisión química», que puede dar pie por sí mismo a la intervención judicial.