¿Nos despertará el poderío alfa?

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El otro día en la ONU Trump estuvo muy bien, por eso todo el mundo lo puso a parir. No estamos acostumbrados a que alguien deje a un lado la falsa modestia ni a que se utilice la ironía, si Trump habla así es porque no hay otro pistolero más rápido al oeste de Kansas ni de Texas. Y los que hay en el fondo simpatizan con él y viceversa.Me llamó la atención la intervención de Vicente Vallés en Antena 3 TV. Después de atizarle a Sánchez y entorno -como suele ser habitual- la emprendió a golpes dialécticos con Trump en la ONU. No es que aportara argumentos contra lo que dijo Trump, era el tonito, las expresiones despectivas, las coletillas y el lenguaje no verbal el que delataba que el muchacho no simpatiza con Trump. Tampoco con Sánchez. Si no simpatiza ni con Trump ni con Sánchez significa que tampoco le caen bien Vox y el entorno progresista-derechoso nacionalista de Sánchez. Sólo nos queda el PP. ¿Iba de portavoz del PP el señor Vallés? ¿Como la COPE? Me parece que Vallés y muchos otros políticos, periodistas y pensadores saben perfectamente lo que está ocurriendo cada vez en mayor medida, pero no desean agarrar el toro por los cuernos. Y, ¿qué ocurre? ¿Qué representa Trump? ¿Por qué les dio más leña a sus teóricos aliados que a Putin, Xi Jinping o Netanyahu? Porque gran parte del planeta rechaza de plano el momento al que ha llegado la democracia, en especial en Europa y Estado Unidos. Estamos en el tiempo de los machos alfas, de los “salvadores”, de los que hablan sin pelos en la lengua y hay que agradecer esa forma de expresarse, al menos yo la agradezco en su justa medida, estoy harto de neopuritanos, de hipócritas y de paranoicos. No puedo por menos que sonreír cuando alguien habla con toda claridad y se le condena porque no dice lo que nos gustaría escuchar y como nos gustaría escucharlo. Me agrada que se me hable con claridad y tener la virtud de encajarlo, ahorra tiempo, no me gustan los sonrientes ni las puñaladas por la espalda ni tanto falso progresista como observo ni tanta falsa seguridad que denota lo contrario. Nos movemos en unos días en el que grandes líderes firmes y seguros -por el momento- no desean morir nunca y anhelan acaparar poder. ¿Para qué? Para dominar el mundo y recuperar esplendor pasado y raíces de las que se burla y critica el pijerío del “o sea”. Y millones de personas apoyan y apoyarán a las personas alfa. Otra cosa será el resultado final del asunto.  No se trata, por tanto, de atacar por sistema a los “salvadores” sino, en todo caso, a quienes han permitido que lleguen a sus puestos. Lo fácil es la crítica y el desprecio a los machos que afirman sin rubor aquello que les parece conveniente y luego puede que se desdigan. Ese es su poder, hacen lo que quieren. Los demás somos unos lloricas, unas plañideras, no nos queda otra que el pataleo y vociferar en manifestaciones inútiles porque hay una gran parte de la población que está oculta, escondida contra su voluntad, harta de pensamientos débiles, que admira a los machos alfas -y a las hembras, por supuesto- a pesar de que no se atrevan a decirlo por miedo a que los tomen por tiranos y dictadores. Mucha gente, cada vez más, de las civilizaciones occidentales, no se siente segura, habrá que agarrar el rábano por las hojas. Son seres humanos que ven peligrar aquello por lo que se guían los seres vivos en general: la supervivencia y más en el sentido aristotélico de “la buena vida” o el concepto griego del ocio.Para nosotros la “buena vida” es la vida de la abundancia, la de los ricachones, la de los que acumulan un capital que les permite vivir no sólo más allá de las necesidades, sino también más allá de tener que estar haciendo cuentas para gastar o no gastar. La “buena vida” es una vida abundante, rodeada de confort, incluso de lujos. Pero eso no es suficiente ni es lo que decía Aristóteles ni es el ocio griego, ambos, primero los griegos, hacían hincapié en que la buena vida es sentirse tranquilo en sociedad y conocerse a sí mismo, es el diálogo con nosotros mismos y con los semejantes pertenecientes o no a nuestra cultura. Es buscar el equilibrio emocional y racional, el entendimiento sobre bases ilustradas. La buena vida no es la tensión crónica por tener más y contagiar a todo un segmento social de empleados de alto standing que, a su vez, prolonga ese frenesí a toda la sociedad. La buena vida es prosperar y evolucionar desde la calma y la razón y no olvidar que el tener no es suficiente para llegar a ser. El dinero facilita mucho la vida, pero también provoca que llegue a ser necesaria una dosis diaria de una droga llamada ingresos, de la que alguien se convierte en adicto y seguidor insaciable de los rankings de la revista Forbes.        La salvajada neoliberal que estaba esperando y que se consolidó poco a poco en el mundo tras la caída de la URSS, aliada con el pensamiento místico y débil de una izquierda desnortada y dividida hasta el extremo, han aportado una gran inseguridad al europeo y al occidental. Por ese gran agujero se han colado elementos que, aunque se definan progresistas, siembran inseguridad y han ido destruyendo valores ancestrales sin ofrecer nada a cambio. Sin descartar que la situación actual es una fase más de la evolución humana que tendrá una síntesis, el estado en el que nos desenvolvemos es de crisis y caos. Ambos factores han llegado por la irrupción de dos factores: la inmigración ilegal y amenazante y el deseo de colocar como normalidad lo que no lo es hasta llegar a implantar la ley del péndulo. Si eso lo unimos a la codicia y a la falta de empatía que mercaderes sin escrúpulos han desarrollado en las últimas décadas con la complicidad de una izquierda domesticada que ha llegado a parecerse a sectas religiosas caritativas en lugar de a una izquierda real, ya tenemos el origen de los machos y hembras alfa.