Me quiero bajar

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Hace algunos años el gran Quino ponía en boca de Mafalda esta misma afirmación que elegí como título para este texto. Una vez más considero que fue y seguirá siendo un visionario. ¿Cómo no querer bajarse de este mundo? Yo, particularmente, si existiera esa opción, ya me hubiera apeado en la primera estación sin importarme el destino, porque cada día pienso que no puede haber nada peor que este mundo donde ni siquiera vivimos, más bien sobrevivimos y con mucho esfuerzo.¿Será que me niego a sumarme a la gran mayoría de los habitantes de este planeta que se han tapado los ojos y viven en el más irreal y absurdo de los mundos? Pocos son los que desean ya intentar alcanzar la verdadera felicidad, un bienestar falso basado en el consumismo, en tener y ser más que el que está a nuestro lado, es lo que prima entre los que conforman la sociedad actual. No importan ni existen valores por los que guiarse e incluso muchos se han olvidado de ellos y una gran mayoría no saben qué son y desconocen que alguna vez existieron. No hay sueños por los que luchar, el dinero, el ego y el consumismo son la base del bienestar y con lo que se ha de destacar por encima de todo.Cada día que pasa queda demostrado que el consumismo está por encima de todo sin importar lo absurdo que pueda llegar a ser, es más, incluso parece que cuanto más absurdo sea todo mucho mejor; convertirse en un ser absurdo ha pasado de ser vergonzoso para el ser humano a una obligación ¿Desde cuándo se le pone desodorante a un niño en las axilas? Porque para quien no lo sepa, actualmente también se venden desodorantes para niños. ¿Cuándo se ha pasado de educar a premiar con dinero por un comportamiento cívico? No hablo solo de los adultos responsables de menores de edad, hablo de algo tan inverosímil como pagar diez euros a los jóvenes que no superen la tasa de alcoholemia conduciendo ¿Premios para educar y concienciar? Esta última acción financiada a demás por empresarios me parece un despropósito, pero no hay muestra mayor que la misma para darnos cuenta en qué tipo de sociedad nos hemos convertido, todo se arregla y compra con dinero. Las palabras, responsabilidad y esfuerzo no están de moda, nada que suponga despeinarse un poco el flequillo lo está. El mundo se está llenando de “lumbreras” que con sus ideas nos están llevando a una extinción sin retorno y que acabará siendo demasiado dolorosa, aunque nos quieran vender que el sufrimiento es opcional. No se equivoquen, porque les aseguro que hemos perdido el derecho a tener opciones hace ya mucho.Ahora no eres nadie si en Navidad o en la festividad de los Reyes Magos no te regalan un viaje a Disney, esta locura de regalar viajes y obsequios que están muy por encima de lo que se puede permitir la economía familiar, comenzó como el regalo estrella hace unos años cuando un niño o niña recibía la primera comunión. Y aunque parezca imposible, va a más; hay videos en redes sociales de regalos que se hacen ese día a los menores, como pueden ser por poner un ejemplo real, una moto de agua, algo que ni siquiera debido a la temprana edad un niño puede o debe manejar solo. Alimentar el ego aun a costa de estar pagando créditos a los bancos durante años para aparentar que tienes lo que no tienes está de moda en este mundo sin sentido y creerse que eres más importante que el que tienes al lado porque posees más bienes materiales, también. “Así tienes, así eres”, pero no olviden que por mucho que posean hay cosas que el dinero no puede comprar y son precisamente esas cosas las que les hacen que (a pesar de haber ido a París tres veces) en el fondo sigan siendo unos infelices. El mundo de Disney es igual de irreal que el mundo en que vivimos, y de la misma manera, cuando salimos del parque temático y ponemos un pie en el mundo real, la felicidad se esfuma. Tal vez seamos tan infelices y por ello deseamos volver aún a sabiendas de que es una falsa felicidad, seguramente el genio de Disney visionó cuán grande sería este negocio de dar y quitar felicidad. ¡Y vaya si le sacó beneficio!Y tras toda esta reflexión, creo que no es difícil querer bajarse de este mundo e incluso si hubiera una ventana por donde tirarse del mismo, también me lo plantearía. Hemos hablado en que se ha convertido   la vida cotidiana de cualquier ciudadano de a pie, si nos adentráramos en otros asuntos como la corrupción, las guerras, la incultura y otros muchos desastres que nos envuelven entonces tendría que desear con todos mis fuerzas transformarme en una estrella que ha encontrado su lugar en el cielo, allí donde muy pocos miran. Así mi luz sería visible solo en la noche cuando la mayoría duerme y es menos probable que la luz que desprendiera moleste. Sinceramente, en este mundo quien brilla, molesta y siempre habrá quien emplee su tiempo en apagar a los demás en vez de observar para aprender a brillar como el prójimo.Lo dicho, me encantaría poder vivir de nuevo en un mundo donde la aspiración de futuro de los más jóvenes no fuera ser influencers, sino médicos, sanitarios, profesores, jueces, fontaneros, electricistas, panaderos, dentistas y escritores… ¡Qué paren el mundo! ¡Ay, Quino! ¡Leerte debería ser obligatorio en las escuelas, pero también en el congreso!