En la memoria de quienes han trabajado o visitado hospitales antiguos persiste la sensación de que esos edificios tienen en su interior más que historias sanitarias o clínicas. Son espacios donde la vida y la muerte conviven a diario, lugares que muchos investigadores –yo entre ellos- llaman «contenedores de emociones». El viejo hospital militar de Sevilla es uno de esos escenarios en los que la frontera entre lo racional y lo inexplicable parece difuminarse. Allí, un equipo de investigación encabezado por José Manuel García Bautista llevó a cabo un experimento que dejó más preguntas que respuestas. El objetivo era sencillo en apariencia era el poder registrar psicofonías, esas voces que supuestamente provienen de otro plano y que se cuelan en las grabadoras en medio del silencio. Pero lo que empezó como una rutina técnica se convirtió en un episodio inquietante cuando, desde la tercera planta del hospital, alguien o algo respondió. El antiguo hospital militar ha arrastrado una larga lista de testimonios sobre fenómenos extraños . Vigilantes y antiguos trabajadores han descrito sucesos difíciles de explicar como son luces que se encienden solas en los pasillos desiertos, voces que parecen surgir de ninguna parte y la sensación de que una presencia invisible acompaña a quienes se atreven a recorrerlo de noche. Uno de los relatos más repetidos es el de apariciones fugaces de enfermos ya fallecidos, vistos de reojo en los oscuros pasillos de la tercera planta. Esa fue la zona elegida por el equipo de investigación para llevar a cabo la sesión de psicofonías . Allí, rodeados de silencio y con los equipos preparados, comenzaron una serie de preguntas dirigidas al supuesto «otro lado». —«¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?»—, preguntó uno de los investigadores. La grabadora no tardó en registrar una respuesta nítida: «Ángel». La sorpresa fue general. El diálogo continuó: —«¿Te llamas Ángel?» —«Sí». —«¿Qué te pasó?» — «Suicidio». —«¿Dónde te quitaste la vida?» —«Hospital». Mientras las voces eran analizadas en tiempo real, los detectores de presencia —aparatos conocidos como rem-pod— comenzaron a activarse de forma sincronizada con las preguntas, como si algo invisible interactuara con ellos. Los investigadores, acostumbrados a distinguir fallos técnicos de anomalías, quedaron impactados: las respuestas parecían coherentes y las señales coincidían demasiado como para hablar de casualidad. La sesión concluyó tras tres horas de trabajo intenso. El material recogido se analizó en los días posteriores, como parte habitual del protocolo. Sin embargo, lo más sorprendente llegó después, cuando una de las participantes, Nuria Estévez, contactó con el investigador principal para compartir un testimonio inesperado. Según relató, al contar la experiencia a una amiga, esta se mostró visiblemente afectada. Le explicó que el mejor amigo de su hermano se llamaba Ángel y que, décadas atrás, se había suicidado. Tenía apenas 17 años y, según su familia, se arrojó por el hueco de una escalera. La coincidencia era estremecedora: el nombre, la edad, la causa del fallecimiento y el lugar. Todo encajaba con lo registrado en la psicofonía. Nuria, aún con la grabación en mano, aseguraba que su amiga estaba conmocionada al reconocer en aquella voz la posibilidad de un contacto con el muchacho que había marcado su adolescencia. La transcomunicación instrumental, nombre técnico que reciben estas prácticas, ha sido objeto de debates intensos entre científicos, escépticos y parapsicólogos. Para unos, se trata de simples interferencias o producto de la sugestión de los participantes. Para otros, en cambio, es la prueba de que existe un plano de comunicación más allá de lo tangible. En este caso, los investigadores fueron cuidadosos en descartar explicaciones convencionales. Se evaluó tanto el entorno como el estado psicológico de los testigos, conscientes de que la sugestión puede jugar malas pasadas. Aun así, el material recogido no dejó de ser sorprendente: una voz que respondía de manera coherente y aparatos técnicos que reaccionaban al mismo tiempo. Los parapsicólogos consultados coinciden en que lo sucedido es posible dentro de este tipo de experimentación. El contacto no siempre se produce en el lugar exacto donde ocurrió el fallecimiento; las emociones y recuerdos pueden permanecer impregnados en el espacio, facilitando la comunicación en escenarios cargados de energía. El viejo hospital militar sevillano ha sido durante años objeto de rumores, leyendas y expedientes sin resolver. Sus pasillos vacíos, las salas abandonadas y la memoria de miles de personas que pasaron por él lo convierten en un foco natural para quienes buscan fenómenos paranormales. No es casualidad que investigadores y curiosos lo señalen como uno de los lugares más activos en lo inexplicable de toda Andalucía. El caso de Ángel, el joven que supuestamente se quitó la vida en sus instalaciones, añade una capa más a la leyenda. Si la voz registrada corresponde realmente a él, el hospital se suma a la larga lista de escenarios en los que las psicofonías parecen dar testimonio de historias humanas inconclusas. Mi compañero Jesús García estuvo hospitalizado en este hospital y también vivió hechos extraños imposibles, imposibles –reitero-, de explicar. Lo ocurrido en la tercera planta del hospital militar sevillano es una forma de decirnos que hay lugares donde el misterio sigue vivo, aguardando a quienes se atreven a escuchar. *Si tienes una experiencia paranormal o has sido testigo de un fenómeno inexplicable, escríbeme a contacto@josemanuelgarcíabautista.net