Cádiz tiene un problema en materia de fiestas, eventos y espectáculos: el carnaval lo acapara todo. Pone el listón muy alto, o muy bajo, pero marca una línea que sirve de marca y medida universal, constante.Como además es una fiesta permanente, antiquísima y con base teatral, paródica, con remedo de atuendos, épocas y modos, cualquier otra representación se complica por comparación.Galería de fotos | La sal de Cádiz obtiene la bula de Roma en una noche para recordarPirotecnia sobre las Puertas de Tierra. REYNA“El pasacalles ese de anoche fue como una cabalgata del humor pero de las malas”, decía un cliente el sábado a mediodía en la farmacia de Sagasta, casi en Ancha. “El mercado del parque Genovés es el mismo que el del Pópulo de verano pero con otra ropa”.Las críticas ciudadanas pueden ser consideradas crueles, despiadadas, demasiado exigentes pero hay que contar con los antecedentes para ponerlas en su lugar. Hay que quitarles peso. Son las mismas desde el siglo XIX se haga lo que se haga. Somos así.Un público maleadoEn Cádiz, cualquier fiesta que consista en representar, bailar, vestir, cantar y contar un periodo histórico, una etapa, un hecho anecdótico o un acontecimiento pasado ya está escrito, ya se hizo alguna vez (hasta Paco Alba tuvo a sus senadores) y cualquier nuevo intento parece cosa vista, en mejor o peor versión.A esa condición de vaquillas toreadas que lucen con orgullo los gaditanos viejos, hasta los de 20 años son viejos, se une otro dilema.Una bailarina suspendida sobre el público que llenó la plaza de la Constitución. REYNA Si la recreación histórica es muy especializada, si aborda con gran rigor y expertos respetables algún detalle concreto (ya sea fenicia, en 2024, o romana, en 2025) se convierte en un acto minoritario, excluyente y exclusivo (el prefijo latino ex siempre significa fuera, lejos, que no).Cuando, en cambio, la representación pretende ser popular, ligera, cercana, divertida, desenfadada e informal supone otro regreso a la carnavalización, implica que todo parezca lo mismo. No tenemos salvación.La trampa está servida. Llegados a este punto cabe hacerse una gran pregunta: ¿merece la pena, el coste? La respuesta también debiera estar descargada de hipocresía.Los ayuntamientos de ciudades grandes, pequeñas o medianas piensan y actúan ahora como las parejas, los grupos de amigos, las familias, los votantes. Parece que un fin de semana sin una convocatoria, sin un plan, una experiencia o vivencia, escapada o quedada es un fracaso, un agujero negro, una ruina, una desgracia.Hay que llenar el calendario a toda costa, como sea, con lo que sea, amontonando citas y fingiendo que todas apetecen, que cada una es extraordinaria. Una semana es un festival de series de televisión, a la siguiente un recuerdo histórico y algo blue. La que viene, una regata de barcos raros que nadie sabe ni cómo pronunciar.Cabe preguntar si merece el esfuerzo y el inconveniente cada bulla inevitable. Por ejemplo, el colapso de tráfico en Cádiz de 15 a 22 horas del viernes por la tarde para los ensayos, el cierre de la avenida central este sábado, la contratación e instalación de un faro romano que ningún barco vería ni a 50 metros. Cuánto ha costado.Las Puertas de Tierra sirvieron de espectacular telón de fondo. REYNA Por la misma norma de eludir la hipocresía y hacerse la pregunta pública a título particular cabe preguntarse si merece la pena el sofocón de horas en coche, aeropuertos y trenes, las colas para tomar o ver algo, el soponcio cuando llega el extracto de la tarjeta de crédito tras el fin de semana festivo número 35 de cada año.En plena era de la abundancia y la hiperactividad disfrazada de cultura y turismo le llegaba el turno este sábado a la recuperación de la memoria romana de Gades, el Cádiz del primer imperio latino que legó el gentilicio que tienen los gaditanos 2.000 años después.Si la pregunta era si merece la pena, si es algo distinto, en este caso la respuesta mayoritaria sería que sí. El evento principal (main event en tiempos de anglicismos ubicuos) de la segunda edición del programa Orgullosos de nuestra historia pareció por momentos brillante, deslumbrante, digno del esfuerzo y las molestias que acarrea toda convocatoria pública.La memoria hecha espectáculoEl espectáculo Foedus Gaditanorum, dirigido por Juan Sebastián Domínguez, marcaba en la noche de este sábado (desde las 22 horas, hasta con puntualidad que siempre se agradece) el cierre y la cumbre de la semana denominada Cádiz Romana, segunda entrega de cuatro (en 2024 fue Cádiz Fenicia) de estas recreaciones históricas hasta 2027.La presencia de miles de espectadores ensalzó un escenario grandioso, con las Puertas de Tierra como foro y un escenario cuadrado, con pasarela, alrededor de la fuente que escoltaban más discretos que nunca San Servando y San Germán.Foedus, Gaditanorum resultó ser un montaje complejo y completo que reflejó con espectacularidad y talento la transición que vivió la ciudad entre el final de las guerras púnicas (550 antes de Cristo) hasta el pacto que sirvió para que Roma relevara a Fenicia en el control social, político y cultural de Gadir, ya Gades, alrededor del 205 antes de Cristo.El bailaor Eduardo Guerrero, con presencia constante, casi como maestro de ceremonias, destacó entre las representaciones. Su verdad, talento y fuerza es capaz de transmitir así sea con toga, pelo suelto o recogido, en solitario y rodeado.Los 500 figurantes, coristas o bailarines participantes aprovecharon la potencia del entorno para introducir en la velada las fuentes que rodean las murallas o las vías que pasan bajo los arcos. La aparición de un velero romano por las calles elevó el pequeño asombro y hasta la pirotecnia tuvo su momento sobre la piedra ostionera.Un momento del deslumbrante recuerdo a la herencia romana de Cádiz. REYNA Pasión Vega, colgada en el aire de un conjunto de globos blancos en su primera canción, puso su voz en dos ocasiones al servicio de la causa histórica y artística en una representación que resultó tan emocionante como trabajada, tan atractiva como fiel a los hechos que pretendía contar a un público entregado en constantes ovaciones y vítores.Las declaraciones de amor a Cádiz fueron una constante en los afortunados diálogos teatrales o musicales con algún mensaje extemporáneo ("Astilleros no se cierra") y menciones celebradas a símbolos locales de la época como los Balbo, el teatro cercano, el atún, el garum y las legendarias puellae.La transición de Gadir a Gades contada a los pies de un monumento ya de la era moderna, las Puertas de Tierra, que tuvo gran protagonismo. Desde ahí, aunque no existieran las murallas, partía la Via Augusta que, camino de San Fernando, conectaba la ciudad con la todopoderosa capital, con Roma.Pasión Vega intepreta su segunda canción en el espectáculo. REYNA Marta Ortiz, Sergio Torrecilla, José Flor, Susana Rosado, Sol Sáez o Jaime García protagonizaron con entusiasmo y veracidad a los distintos personajes de aquel tiempo. El carácter coral de estos espectáculos -ya sucedió en 2024 en La Caleta con La Fura del Baus- resaltó gracias a grupos de origen carnavalesco como los de Luis Rivero -director musical-, los estudiantes, Pedrosa y David Fernández o Nandi Migueles.Como colaboración entrañable, una escolanía de escolares gaditanos que se sumó a un espectáculo que pareció un acierto en forma, fondo, luz, sonido, color y discurso gracias a creaciones musicales de Antonio Martínez Ares (con tres canciones, una de ellas en latín), Juan Antonio Verdía, García Argüez, Pedrosa y Calde Ramírez.Para colmo de virtudes, ni excesiva extensión tuvo el espectáculo. 75 minutos, hora y cuarto que terminaba al borde de las 23.15 horas del sábado para que la multitud se disolviera con algo parecido al orgullo y la satisfacción.