En uno de los muros de la iglesia de Arbulo, un pueblo alavés de apenas un centenar de habitantes, aparecen pintadas varias figuras esquemáticas (cruces, ruedas de ocho radios) junto a ingenuos animales, como jabalíes, diversas aves enfrentadas o un pavo real. No siguen ningún orden lógico, están “como flotando” en la pared, son de un color rojo ligeramente apagado, y su antigüedad se remonta al siglo XII. El historiador del arte Gorka López de Munain, natural de la zona, conoce el templo de siempre. Pero es ahora, cuando, tras una reciente restauración se han descubierto estos dibujos en la pared más antigua del edificio, le da vueltas (y más vueltas) a su posible significado en una concienzuda investigación. Seguir leyendo