Inflar el currículum puede verse como una debilidad humana. Cuando uno lleva solo un puñado de asignaturas de una carrera que se ha prometido acabar o unos meses del doctorado del que tanto le costó sacar tiempo para matricularse es una tentación presumir de ‘estudios de’. Puede reflejar incluso un mensaje y refuerzo a la voluntad. Algo así como un “esto lo acabo”. Pero la cascada de dimisiones y casos más sonados son otra cosa. La mayoría intentan construir un perfil falso, de representante público solvente, donde solo hay capacidad dialéctica para machacar al contrario o afinidad al líder. Una cortina para tapar lo que consiguen por estos méritos y no los reales. Por eso el debate abre otro. El límite y la línea roja donde los partidos están dispuestos a forzar una dimisión por estos motivos.El PP no hizo dimitir a Noelia Núñez por inventarse tres títulos y presumir de ser profesora donde solo había dado una charla. Lo hizo por el riesgo de desgaste electoral en plena explosión del caso Montoro y la implosión de una estrategia a la que ha apostado todo: el derribo a Pedro Sánchez por la corrupción del caso Cerdán y la construcción forzada (y ficcionada en muchos casos) de las tramas familiares. Para Génova es más útil apuntar al presidente que a los dos exsecretarios de Organización investigados por corrupción. Confían en que la rentabilidad electoral (aunque las encuestas miran a Vox) pasa por colocar a Sánchez en la diana. Por eso cae Noelia Núñez y por eso se manda revisar currículums. En el fondo, de Madrid a València, de Carlos Mazón a Ana Millán, el verdadero límite son las encuestas, las estrategias internas y las urnas. Empecemos por Madrid. En 2016 se publicaron las relaciones de la vicepresidenta del parlamento madrileño, número tres de Ayuso y secretaria de Organización del PP madrileño, Ana Millán, con un contratista en su etapa de concejal de Juventud en Arroyomolinos. Millán cobró un alquiler mensual de 900 euros a una empresa que facturó al Ayuntamiento 700.000 euros de 2004 a 2011. Los correos electrónicos entre ambos eran tan elocuentes que el juez Eloy Velasco aceptó investigarlos. Era la etapa de Cristina Cifuentes al frente de la presidencia de Madrid y en lugar de pedir su cese le quitó importancia y lo tapó. Los correos de la concejalía de Ana Millán con el empresario aparecieron porque se frenó la destrucción de documentos durante la toma de posesión del nuevo equipo. “En ese mismo momento se dio orden por parte del actual alcalde (Carlos Ruipérez, de C's) de paralizar la destrucción de documentación que estaba en tres bolsas de basura”, recogía el escrito dirigido entonces a Eloy Velasco.Millán reconoció que el empresario que se forró en Arroyomolinos le pagaba el ático. En un municipio que apenas superaba en 2016 los 30.000 habitantes, Millán no sabía quién vivía en su casa, para qué se usaba y tampoco si lo alquiló al contratista durante uno o cinco años. La oposición lo denunció porque había evidencias de sobra para asegurar que, en realidad, le estaba pagando la hipoteca a cambio de los contratos municipales. Que se inventara entonces una licenciatura en Ciencias Políticas es casi lo de menos de su etapa. Revela un perfil que ha ido colocándose sin estudios hasta ser la protegida de Ayuso y serlo, antes, del PP de Cifuentes y moverse sin miramientos para que el beneficio personal fuera a costa de lo público. Más de lo mismo con Carlos Mazón. Con 228 muertos bajo su gestión, tras difundir pruebas manipuladas para cargar a los técnicos (que sí avisaron) con su responsabilidad y nueve meses después sigue ahí, abrazado al líder nacional. No hace falta extenderse en las razones por las que Alberto Núñez Feijóo tendría que haber pedido su cese, haber lanzado un mensaje a las víctimas. O Mazón o las familias, no hay más opción. La polémica de los currículums destapa la ausencia de líneas rojas reales para cesar a cargos públicos por mentir o incluso robar. En un PP que intenta despegar del imaginario social sus casos de corrupción, darlo todo como alternativa de regeneración, bajo el escrutinio de los casos individuales, lo que hay es la demostración de que se infla el discurso igual que muchos dirigentes han inflado el currículum. Pasa por tapar carencias y aparentar lo que no se es.