El activista keniano Boniface Mwangi se encontraba en su casa el pasado 19 de julio cuando “seis hombres armados” irrumpieron en su propiedad. “Vivo en una granja en Machakos, en Lukenya [sureste de Nairobi]. Había ido al baño y, al regresar al salón, los encontré sentados y me dijeron que iban a arrestarme por instigar el terrorismo” en las protestas del pasado 25 de junio, cuenta este veterano de la lucha social keniana en una entrevista telefónica con EL PAÍS días después de su detención. Sin una orden judicial clara, según el relato del activista, los agentes revisaron su casa y confiscaron sus ordenadores, móviles y cuadernos. Después, lo llevaron a su oficina, repitieron el proceso y prometieron trasladarlo a la Dirección de Investigaciones Criminales, pero terminaron encerrándolo en una comisaría de Nairobi. Durante horas no se supo nada de él y al final del día lo dejaron libre.Seguir leyendo