(ZENIT Noticias / Washington, 04.08.2025).- La relación entre Estados Unidos y la Santa Sede entró en un nuevo y simbólico capítulo el 2 de agosto, cuando el Senado estadounidense confirmó a Brian Burch como nuevo embajador ante la Santa Sede. Si bien el nombramiento puede parecer una simple rotación diplomática, tiene un peso histórico único: por primera vez, el embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede servirá bajo el mando de un papa que también es ciudadano estadounidense. Y no solo eso, comparten la misma ciudad natal: Chicago.Burch, cofundador de CatholicVote, aporta al cargo un perfil que combina convicciones religiosas, activismo político y vida familiar. Es padre de nueve hijos, graduado de la Universidad de Dallas y una figura influyente entre los conservadores católicos estadounidenses. Su nominación, respaldada por el expresidente Donald Trump, fue confirmada discretamente por el Senado un sábado, pero sus implicaciones no fueron discretas.Tras la confirmación, Burch publicó un mensaje en redes sociales expresando su gratitud por la oportunidad y describiendo su cargo como «un honor y un privilegio», especialmente dada la «histórica elección del primer papa estadounidense». Esa sola línea indica lo inusual —y potencialmente trascendental— que podría ser su mandato.Desde la elección del Papa León XIV, los observadores del Vaticano han especulado sobre el posible impacto de un papa que comparte no solo idioma y cultura con la nación más poderosa del mundo, sino también geografía e incluso un temperamento político que, en ocasiones, parece notablemente en sintonía con la sensibilidad estadounidense. Si bien la tradición diplomática de la Santa Sede enfatiza la neutralidad y la universalidad, la presencia de un papa estadounidense, ahora acompañada de un embajador profundamente arraigado en la defensa política católica, aporta una nueva textura al diálogo entre Estados Unidos y el Vaticano.El Vaticano, a pesar de ser una ciudad-estado de poco más de 40 hectáreas, ejerce una influencia moral desproporcionada a su tamaño. Mantiene relaciones diplomáticas con 183 de los 195 países reconocidos del mundo, y sus nuncios (equivalentes a embajadores) están presentes en 106 naciones, con cobertura no residente en 77 más. En términos de influencia diplomática, solo China y Estados Unidos rivalizan con la Santa Sede, y sin embargo, su poder blando, especialmente en las esferas humanitaria y ética, sigue siendo único.I am profoundly grateful to President Trump and the United States Senate for this opportunity to serve as the next U.S. Ambassador to the Holy See. I have the honor and privilege of serving in this role following the historic selection of the first American pope.— Brian Burch (@BrianBurchCV) August 2, 2025Esto es parte de lo que hace tan distintivo al puesto del Vaticano. El rol de embajador ante la Santa Sede no es meramente ceremonial; a menudo implica un intenso trabajo tras bambalinas en temas globales que abarcan desde la libertad religiosa y la migración hasta la consolidación de la paz y el cambio climático. Los embajadores estadounidenses anteriores han abordado cuestiones tan diversas como la política de armas nucleares durante la Guerra Fría, el desarrollo internacional e incluso la bioética. Cada uno ha aportado un enfoque diferente, moldeado no solo por las administraciones presidenciales estadounidenses, sino también por la evolución de las prioridades globales de la Iglesia.Burch se convierte ahora en el decimotercer embajador estadounidense ante el Vaticano desde que se establecieron relaciones diplomáticas plenas en 1984 bajo la presidencia de Ronald Reagan. Anteriormente, los contactos entre Washington y la Santa Sede eran esporádicos y mayormente informales, reflejo de las históricas sospechas estadounidenses hacia el catolicismo y el principio de separación de la Iglesia y el Estado. Hoy, tales sospechas se han desvanecido, pero su papel sigue siendo de delicado equilibrio: representar una democracia secular ante la institución religiosa más antigua e influyente del mundo.Para Burch, el reto que le espera es doble. Por un lado, debe comunicar las preocupaciones y políticas estadounidenses a un Vaticano con una perspectiva tanto diplomática como pastoral. Por otro, debe transmitir fielmente las posturas, a menudo motivadas por la moral, del Vaticano a una administración y un electorado estadounidenses que no siempre son receptivos.Dada su trayectoria en la defensa del catolicismo, es probable que Burch enfatice temas de conciencia, libertad religiosa y familia. Pero se adentra en un contexto global que también exige atención a la guerra y la paz, la justicia económica y las preocupaciones climáticas, áreas en las que el Vaticano ha expresado cada vez más su voz, especialmente con los papas recientes.El propio embajador parece consciente de la magnitud de la tarea. «Pido las oraciones de todos los estadounidenses, especialmente de mis compañeros católicos», escribió, «para que pueda servir con honor y fidelidad en la noble aventura que nos espera».Esa aventura ya está en marcha y promete ser digna de atención, no solo para los católicos estadounidenses, sino para cualquiera interesado en la intersección entre la religión y la política a nivel global. Con un papa nacido en Chicago al frente de la Iglesia y un compatriota de Chicago representando a Estados Unidos, la conversación espiritual y diplomática entre dos potencias se ha vuelto mucho más personal.Gracias por leer nuestros contenidos. 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